Las nueve provincias de Castilla y León forman parte de las 23 que formarían la ‘España despoblada’, según un estudio de Funcas.
De hecho, la tasa de crecimiento medio anual acumulativo del PIB desde 1950 ha sido casi un punto porcentual inferior a la media nacional en Soria.
Las tres Españas despobladas
En el trabajo se detectan diferencias importantes tanto en la trayectoria pasada como en la situación actual de las provincias afectadas. Así, las 23 provincias de la España despoblada se han dividido en tres grupos. El primero, la España despoblada que decrece, es el núcleo duro de la despoblación. Lo forman Ávila, Cuenca, León, Zamora, Salamanca, Lugo, Ourense, Segovia, Palencia, Soria y Teruel. Cuenta con los peores registros demográficos: ha perdido más población que los demás, tiene menos densidad de habitantes por km2, una población más envejecida y un efecto añadido: una muy fuerte destrucción de empleo. Estas provincias han seguido perdiendo población en el siglo XXI con dos excepciones, Salamanca y Segovia.
El segundo grupo, la España despoblada que se estanca, lo integran las provincias más pobladas, que, si bien sufrieron importantes procesos migratorios, no han perdido tantos empleos y mantienen una buena base de población joven: Albacete, Ciudad Real, Badajoz, Cáceres, Córdoba y Jaén. Su principal desventaja en comparación con los otros dos grupos son las variables económicas: escaso peso del sector industrial, bajos niveles de PIB por habitante y muy elevadas tasas de paro. Probablemente, el problema no sea tanto demográfico como de reactivación económica y de utilización más productiva de sus recursos.
El tercer grupo, formado por Guadalajara, Burgos, Huesca, La Rioja, Valladolid y Zaragoza, es la España despoblada que remonta. Se sitúa en una posición intermedia en cuanto a indicadores demográficos, con escasa densidad de población y problemas de envejecimiento, pero presenta los mejores registros económicos: un PIB per cápita por encima de la media, baja tasa de paro, elevado peso del sector industrial y, aun habiendo perdido población, la presencia de importantes núcleos capitalinos les ha permitido una creación de empleo positiva.
En este contexto, las políticas destinadas a aumentar la cohesión territorial deberían tener en cuenta la diferente naturaleza de los problemas de cada uno de los grupos, habida cuenta de sus distintas condiciones demográficas y económicas.
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