El Jefe de Operaciones del Aeródromo de Garray, Sebastián Popa, ha desvelado esta mañana que la Escuela de Vuelo Acrobático que se había instalado allí ha abandonado el lugar. Un hecho que sucede como consecuencia de las quejas de los vecinos de las localidades próximas acerca del «ruido producido por las naves».
Este proyecto contaba con la presencia de treinta pilotos de diez países distintos -Finlandia, Suecia, Noruega, Polonia o Rumanía, entre otros- que tenían un alto nivel, dado que este no era un aula en el que se enseñase vuelo desde cero, sino un entorno de reciclaje y perfeccionamiento al que accedían consolidados profesionales.
La actividad despegó el pasado 21 de febrero, y la empresa Airpull, que gestionaba dicho proyecto, llegó a un acuerdo con el Ayuntamiento de Garray para limitar las horas de vuelo y así reducir las molestias que pudieran generar malestar entre los diferentes vecinos.
De esta manera, los vuelos se realizaban exclusivamente de lunes a viernes, en horario de nueve de la mañana a dos del mediodía, y de tres y media a seis y media durante las tardes.
Tras las primeras quejas recibidas, Airpull contrató, de manera voluntaria, a una empresa externa que llevase a cabo la monitorización de los ruidos emitidos. El informe fue favorable y mostró que no se estaban excediendo los límites. Asimismo, dicho documento se compartió con el consistorio de Garray.
Unos días más tarde, Airpull se reunió con los vecinos afectados en una sala en la sede de la Diputación. Este encuentro no proporcionó ningún entendimiento con los habitantes, lo que provocó que hace unos días, la empresa tomase la determinación de abandonar Garray para instalarse en Teruel.
Hasta aquí se habían desplazado cuatro aviones de altas prestaciones, de los que dos ya han abandonado la provincia. Una pérdida de inversión para la empresa Airpull, que lamenta lo sucedido, y que señala que «los pilotos estaban contentos en Soria, hacían su vida aquí. Todos ellos, consumían en los establecimientos de la localidad, pernoctaban aquí y durante los fines de semana, hacían turismo por la provincia, con lo que generaban gasto. Incluso uno de ellos traía a sus propios alumnos cada semana, ya que tenía su propia escuela. Ocho alumnos y un instructor que llegaban cada siete días para aprender en este lugar».
Desde Airpull se muestran entristecidos por la decisión, pero explican que «no se ha podido sacar provecho a esta experiencia, ya que no han tenido apenas tiempo para desarrollar su actividad».