El 1 de mayo, Día mundial del trabajo, la Iglesia celebra la fiesta de San José obrero. La fiesta civil se viene celebrando desde principios del siglo XX con un sentido reivindicativo. Con la fiesta de San José obrero, la Iglesia quiere dar al mundo obrero cristiano un patrono y un modelo de virtudes domésticas y laborales, de preocupación por el otro, de honradez y austeridad, de confianza en la providencia divina. Desea, igualmente, hacer suyas las justas aspiraciones de los trabajadores e impulsar a los católicos a tomar una conciencia más viva de lo que todavía falta para una auténtica paz social.
En nuestra Diócesis, la celebración eucarística, que tuvo lugar en la parroquia de El Salvador de Soria, estuvo presidida por el Vicario General, Gabriel-Ángel Rodríguez. En su homilía recordó que, “de modo especial en el momento presente, debemos renovar nuestro compromiso con la cultura del trabajo que nos pide renunciar a conductas meramente materialistas que no valoran el trabajo. Es responsabilidad nuestra como comunidad cristiana acompañar a las personas que carecen de trabajo. Ni el Estado ni la sociedad en su conjunto pueden sentirse ajenos a esta preocupación. Reafirmamos en este día tan significativo los principios fundamentales de la enseñanza social de la Iglesia como son la dignidad inviolable de la persona humana, el destino universal de los bienes de la creación, la participación de todos en la búsqueda de bien común y la solidaridad. Las condiciones difíciles o precarias del trabajo hacen difíciles y precarias las condiciones de la misma sociedad, y suponen un lastre para el deseable vivir ordenado según las exigencias del bien común”. Recordó, igualmente, cómo “el 8 de diciembre de 2020 el papa Francisco nos sorprendió con una carta apostólica titulada Patris Corde -con corazón de padre-, dedicada a san José con motivo del 150º aniversario de su declaración como Patrono de la Iglesia Universal. En ella el papa destaca varias virtudes de san José como padre de la familia de José y María; entre ellas, como impregnándolo todo, el amor, que se expresa en la ternura, en la obediencia, en la acogida, en la valentía creativa, en la sombra y en el trabajo”.
Tras la celebración eucarística, tuvo lugar la lectura de un Manifiesto, al que asistieron representantes del Departamento diocesano de pastoral del trabajo, de la Confer, de la Hermandad obrera de Acción Católica y de Cáritas diocesana.