Esta mañana el Palacio de la Audiencia de Soria ha acogido el I Festival Internacional de Literatura en Español (FILE) que organiza la Junta de Castilla y León. Un primer festival que ha gozado de muy buena acogida aunque también marcado la distancia interpersonal y las mascarillas.
Qué demonios es la prosa poética ha sido la primera tertulia guiada por Jesús Ruiz Mantilla en ausencia de Paula Bonet, quién finalmente no ha podido asistir, y el poeta y escritor Manuel Vilas.
Manuel viene de una familia de clase media baja, con padres mediterráneamente primitivos, como el los ha definido. A los que echa especialmente de menos ahora que no están y a los que les ha dedicado la novela Ordesa, en la que les expresa todo el amor que les tiene y que, en su momento, no verbalizó. «Mi pregunta era: Por qué no hable con mi padre del amor que nos teníamos. Por qué no verbalicé todo el amor que nos teníamos». Los padres son la raíz profunda de nuestra existencia y esto se lo ha contado sus hijos a través de la literatura.
Vilas tiene como profesión platónica la música, a la que no pudo dedicarse por falta de dotes. Que de haber sido así, Elvis Presley habría sido su referente. Pero se decantó finalmente por la literatura, la cual le está tratando muy bien. “Toda nuestra generación estuvo muy marcada por la música Pop, pero yo no tenía ninguna dote musical, así que me decanté por la literatura», ha confesado al público.
También es amante del reflejo de la cotidianidad en sus escritos. Él narra historias en su poesía. «Necesito ver la vida y eso implica verla en su transcurso, con sus historias. Necesito contar pequeños historias de hombres y mujeres normales que están haciendo cosas: pensando, viendo la televisión, haciendo el amor, comprando en el súper… Ese latido es el que yo necesito trasladar a la prosa y a la poesía y, si no están, para mí no hay literatura. Busco en la cotidianidad la belleza y el entusiasmo».
El escritor ha admitido que los años y el confinamiento por la pandemia les ha convertido en un hombre muy místico. «Nos hemos dado cuenta que para saber que estamos vivos necesitamos que alguien nos lo diga. Dependemos de los demás, de recibir la mirada del otro y esto nos hace pensar que debemos ser amables con los demás. Tendríamos un país mejor. Necesitamos sonrisas y la literatura es un sitio de fraternidad universal. Un lugar donde la exclusión no existe. Una novela es una puerta donde todo el mundo es bienvenido.
Su literatura ha cambiado a partir de sus 50 años. A su juicio, a los 50 hay una gran sabiduría que te hace vivir con mucha más plenitud. «Aprendes a gestionar tu soledad, a relativizar. A los 50 ya no tengo quebraderos de cabeza que tenía a los 40”.
En su intervención ha hecho referencia a otro de sus escritos, Alegría. Y en la que también habla de la depresión, el mayor enemigo de la alegría. «En nuestra sociedad ha aparecido una auténtica enfermedad que es la depresión y por eso la he recogido en mi novela, Alegría»
Para el escritor, el deprimido es una persona muy inteligente pero socialmente estigmatizado. Alguien que ve el vacío del mundo y empatiza con él. «Contemplas la posibilidad de que la vida humana no tenga sentido, porque vemos cosas que avalan esa teoría que la vida pueda ser un error (injusticias) pero una vez que lo ves, luchas contra ese vacío».
La ponencia ha terminado con una pregunta que ha captado la atención del público. Jesús Ruíz Montilla ha lanzado, ¿Eres feliz? A los que Manuel, tras unos segundos en silencio ha respondido un tajante, «Lo intento. Yo lo que quiero es estar alegre porque la felicidad es un sentimiento de carácter social. Si no triunfas a nivel laboral y sentimental y dices que eres feliz te toman por tarado, pero si dices que eres alegre… la alegría está blindada. Me gusta más la alegría que la felicidad. La alegría es más simple. Es más tú contigo mismo y tu mirada hacia la vida». Palabras que han terminado rodeadas entre aplausos y admiración de todos los que ocupaban la sala.